lunes, octubre 1

Eterno Otoño


Empieza mi bello octubre mi eterno otoño, mi época favorita del año. El mejor de los comienzos para mis nuevos atardeceres. He terminado mis asuntos del psique, hablando con viejos ecos y viviendo eternos recuerdos entre aquellos que saben de donde vengo y han visto mi caminar en el último tercio de mi vida. Gracias por sus palabras, sus roces y las inmortales palabras que me hicieron sonreír. Todo principia con nuevos ojos y el abandono de lo desechable, no existen mejores palabras que lo expliquen como “Testamento de Otoño” siendo yo mi propia Matilde aforrándome a mi misma para no perderme de nuevo.

Con una sonrisa en la mente, las palabras pensadas en los labios y el descanso de mis ojeras. Dedicado a mis carnalitos, mis amigos, mis compañeros y mi familia, los adoro.

Hasta siempre, los dejo con el buen Neruda…otro apasionado del otoño y una hermosa fotografia de Rodrigo Gomez de aqui, de Aguascalientes.
Eterno Otoño, ojala que como tus palabras lo dices me dures para siempre. Mi paz, mis sonrisas y el goze de mis dias.


Testamento de otoño

Pablo Neruda


Entre morir y no morir

me decidí por la guitarra

y en esta intensa profesión

mi corazón no tiene tregua,

porque donde menos me esperan

yo llegaré con mi equipaje

a cosechar el primer vino

en los sombreros del Otoño.


Entraré si cierran la puerta

y si me reciben me voy,

no soy de aquellos navegantes

que se extravían en el hielo:

yo me acomodo como el viento,

con las hojas más amarillas,

con los capítulos caídos

de los ojos de las estatuas

y si en alguna parte descanso

es en la propia nuez del fuego,

en lo que palpita y crepita

y luego viaja sin destino.


A lo largo de los renglones

habrás encontrado tu nombre,

lo siento muchísimo poco,

no se trataba de otra cosa

sino de muchísimas más,

porque eres y porque no eres

y esto le pasa a todo el mundo,

nadie se da cuenta de todo

y cuando se suman las cifras

todos éramos falsos ricos:

ahora somos nuevos pobres.


He sido cortado en pedazos

por rencorosas alimañas

que parecían invencibles.

Yo me acostumbré en el mar

a comer pepinos de sombra,

extrañas variedades de ámbar

y a entrar en ciudades perdidas

con camiseta y armadura

de tal manera que te matan

y tú te mueres de la risa.


Dejo pues a los que me ladraron

mis pestañas de caminante,

mi predilección por la sal,

la dirección de mi sonrisa

para que todos lo lleven

con discreción si son capaces:

ya que no pudieron matarme

no puedo impedirles después

que no se vistan con mi ropa

que no aparezcan los domingos

con trocitos de mi cadáver,

certeramente disfrazados.

Si no dejé tranquilo a nadie

no me van a dejar tranquilo,

y se verá y eso no importa:

publicarán mis calcetines.


Dejé mis bienes terrenales

a mi Partido y a mi pueblo,

ahora se trata de otras cosas,

cosas tan oscuras y claras

que son sin embargo una sola.

Así sucede con las uvas,

y sus dos poderosos hijos,

el vino blanco, el vino rojo,

toda la vida es roja y blanca,

toda claridad es oscura,

y no todo es tierra y adobe,

hay en mi herencia sombra y sueños.


Me preguntaron una vez

por qué escribía tan oscuro,

pueden preguntarlo a la noche,

al mineral, a las raíces.

Yo no supe qué contestar

hasta que luego y después

me agredieron dos desalmados

acusándome de sencillo:

que responda el agua que corre

y me fui corriendo y cantando.


A quién dejo tanta alegría

que pululó por mis venas

y este ser y no ser fecundo

que me dio la naturaleza?

He sido un largo río lleno

de piedras duras que sonaban

con sonidos claros de noche,

con cantos oscuros de día

y a quién puedo dejarle tanto,

tanto qué dejar y tan poco,

una alegría sin objeto,

un caballo solo en el mar,

un telar que tejía viento?


Mis tristezas se las destino

a los que me hicieron sufrir,

pero me olvidé cuáles fueron,

y no sé dónde las dejé,

si las ven en medio del bosque

son como las enredaderas

suben del suelo con sus hojas

y terminan donde terminas,

en tu cabeza o en el aire,

y para que no suban más

hay que cambiar de primavera.


Anduve acercándome al odio,

son serios sus escalofríos,

sus nociones vertiginosas.

El odio es un pez espada,

se mueve en el agua invisible

y entonces se le ve venir,

y tiene sangre en el cuchillo:

lo desarma la transparencia.


Entonces para qué odiar

a los que tanto nos odiaron?

Allí están debajo del agua

acechadores y acostados

preparando espada y alcuza,

telarañas y telaperros.

No se trata de critianismos,

no es oración ni sastrería,

sino que el odio perdió:

se le cayeron las escamas

en el mercado del veneno,

y mientras tanto sale el sol

y uno se pone a trabajar

y a comprar su pan y su vino.


Al odio le dejaré

mis herraduras de caballo,

mi camiseta de navío,

mis zapatos de caminante,

mi corazón de carpintero,

todo lo que supe hacer

y lo que me ayudó a sufrir,

lo que tuve de duro y puro,

de indisoluble y emigrante,

para que se aprenda en el mundo

que los que tienen bosque y agua

pueden cortar y navegar,

pueden ir y pueden volver,

pueden padecer y amar,

pueden temer y trabajar,

pueden ser y pueden seguir,

pueden florecer y morir,

pueden ser sencillos y oscuros,

pueden no tener orejas,

pueden aguantar la desdicha,

pueden esperar una flor,

en fin, podemos existir,

aunque no acepten nuestras vidas

unos cuantos hijos de puta.


Matilde Urrutia, aquí te dejo

lo que tuve y lo que no tuve,

lo que soy y lo que no soy.

Mi amor es un niño que llora:

no quiere salir de tus brazos,

yo te lo dejo para siempre:

eres para mí la más bella.


Eres para mí la más bella,

la más tatuada por el viento

como un arbolito del sur,

como un avellano en agosto.

Eres para mí suculenta

como una panadería,

es de tierra tu corazón,

pero tus manos son celestes.


Eres roja y eres picante,

eres blanca y eres salada

como escabeche de cebolla.

Eres un piano que ríe

con todas las notas del alma

y sobre mí cae la música

de tus pestañas y tu pelo.

Me baño en tu sombra de oro

y me deleitan tus orejas

como si las hubiera visto

en las mareas de coral:

por tus uñas luché en las olas

contra pescados pavorosos.


De Sur a Sur se abren tus ojos

y de Este a Oeste tu sonrisa,

no se te pueden ver los pies

y el sol se entretiene estrellando

el amanecer en tu pelo.


Tu cuerpo y tu rostro llegaron,

como yo, de regiones duras,

de ceremonias lluviosas,

de antiguas tierras y martirios,

sigue cantando el Bío-Bío

en nuestra arcilla ensangrentada,

pero tú trajiste del bosque

todos los secretos perfumes

y esa manera de lucir

un perfil de flecha perdida,

una medalla de guerrero.

Tú fuiste mi vencedora

por el amor y por la tierra,

porque tu boca me traía

antepasados manantiales,

citas en bosques de otra edad,

oscuros tambores mojados:

de pronto oí que me llamaban,

era de lejos y de cuando

me acerqué al antiguo follaje

y besé mi sangre en tu boca,

corazón mío, mi araucana.


Qué puedo dejarte si tienes,

Matilde Urrutia, en tu contacto

ese aroma de hojas quemadas,

esa fragancia de frutillas

y entre tus dos pechos marinos

el crepúsculo de Cauquenes

y el olor de peumo de Chile?


Es el alto otoño del mar

lleno de niebla y cavidades,

la tierra se extiende y respira,

se le caen al mes las hojas.

Y tú inclinada en mi trabajo

con tu pasión y tu paciencia

deletreando las patas verdes,

las telarañas, los insectos

de mi mortal caligrafía.


Oh leona de pies pequeñitos,

qué haría sin tus manos breves,

dónde andaría caminando

sin corazón y sin objeto,

en qué lejanos autobuses,

enfermo de fuego o de nieve?


Te debo el otoño marino

con la humedad de las raíces

y la niebla como una uva

y el sol silvestre y elegante:

te debo este cajón callado

en que se pierden los dolores

y sólo suben a la frente

las corolas de la alegría.


Todo te lo debo a ti,

tórtola desencadenada,

mi codorniza copetona,

mi jilguero de las montañas,

mi campesina de Coihueco.

Alguna vez si ya no somos,

si ya no vamos ni venimos

bajo siete capas de polvo

y los pies secos de la muerte,

estaremos juntos, amor ,

extrañamente confundidos.

Nuestras espinas diferentes,

nuestros ojos maleducados,

nuestros pies que no se encontraban

y nuestros besos indelebles,

todo estará por fin reunido,

pero de qué nos servirá

la unidad de un cementerio?


Que no nos separe la vida

y se vaya al diablo la muerte!

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